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Las novelas

Milan Kundera, J. M. Coetzee, Javier Marías

Los tres novelistas que me marcaron a través de sus novelas

Fiction Classics
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Los tres autores con los que me siento más a gusto leyendo

Todo empezó con “La insoportable levedad del ser”, del checo Milan Kundera. Yo había leído mucha literatura que me había encantado: “Cien años de soledad”, “El siglo de las luces”, “Animal Farm”, Asimov y muchos otros. Pero cuando leí a Kundera, a principios de los 90, me llegó como un dardo directo al corazón. En lo que había leído hasta ahora contaban cosas que me gustaban o interesaban; me transportaban a otros mundos, y lo disfrutaba. Pero en esta novela estaba yo. Tanto en el autor, que escribía como si fuera yo pensando, como en el protagonista Tomás, con el que compartía multitud de cosas.

Me cautivó esa mezcla de filosofía con el relato de los avatares de un Tomás que era como si me hubieran transportado a la primavera de Praga, con la que en aquel entonces me sentía muy identificado. Y el autor había encontrado esa rara expresión que definía perfectamente esa época de mi vida que estaba viviendo: esa insoportable levedad del ser. Me sentía tan identificado que lo mencioné en muchas cosas que escribí más tarde sobre mis relaciones personales, sobre mi vida. Estaba en una época de decisiones de trascendencia a nivel personal y profesional, que ya al principio del libro describía tan bien el autor:

“¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo? No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.

«Einmal ist keinmal», repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto.

ILS Fue quizás la primera vez que sentí que el autor entendía las cosas que yo sentía. Que quizás debía ser un hombre parecido a mí en algunas cosas para escribirlo/describirlo tan bien. Fue el primero de una saga de autores que me hicieron sentir igual: Coetzee, Javier Marías. Kundera lo hace en esta novela de una manera quizás más intrascendente. Pero más directa en muchos matices.

Es un libro que aún tengo. Me gustó muchísimo. Pero era tan personal que no creía que nadie más pudiese apreciarlo como yo. Por eso no lo presté. Por eso aún lo conservo.

El siguiente encontronazo fue Javier Marías. No estoy seguro ahora si la primera suya que leí fue “Corazón tan blanco” o “Mañana en la batalla piensa en mí”. Seguro que las leí una detrás de otra, porque me fascinaron. Ya no solo al sentirme identificado de nuevo con lo que destila el autor cuando, de manera tan suya, despieza cada momento de la trama en miles de pensamientos y reflexiones, sino en este caso además por la maravillosa manera de usar el lenguaje. Sus comienzos son irresistibles, como el de “Mañana en la batalla…”

Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros.

O ese comienzo de “Corazón tan blanco”:

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él

He disfrutado leyendo a Marías más que con ningún otro novelista y he ido a por todas sus novelas. No tanto sus escritos o artículos cortos que, aunque buenos, no hacen honor al derroche literario y de ideas que son sus novelas. Tengo casi todos sus libros, aunque los ejemplares iniciales que he mencionado desaparecieron, cómo no. De “Corazón tan blanco” compré y releí la edición del 25 aniversario.

Mis libros de J. Marías

Y luego apareció Coetzee, desde el otro hemisferio. Tan lejos, pero tan cerca. Desgarrador, diseccionando las partes más oscuras de un hombre. En cada novela. Duro como su lenguaje. Pero sin tonterías. Directo.

You are going to end up as one of those sad old men who poke around in rubbish bins.

I’m going to end up in a hole in the ground… And so are you. So are we all.

Esto es de Disgrace. La primera que le leí y que me dejó el corazón en un puño. No solo por la historia, sino por la forma de contarla. Sin tonterías ni remilgos.

Pero la que me enganchó definitivamente y me hizo seguir leyendo todo lo que pude de su obra fue “Waiting for the Barbarians”.

libros de Coetzee

Una historia en un lugar como medieval, imaginario, donde seguimos las aventuras y desventuras de un magistrado del que no llegamos a saber su nombre y que las cuenta en primera persona. Una ciudad en guerra con los “bárbaros” que la rodean. Torturas, violencia por todos los lados.

“Pain is truth; all else is subject to doubt.”

La vida tranquila del magistrado y la del Imperio en que vive se está tambaleando. Pero nadie parece darse cuenta.

To the last we have learned nothing. In all of us, deep down, there seems to be something granite and unteachable. No one truly believes, despite the hysteria in the streets that the world of tranquil certainties we were born into is about to be extinguished.

Y una incomprensible injusticia que hace que el magistrado no se sienta identificado con ninguna de las partes. Ni con los suyos ni con los otros. En fin, como si fuera hoy y aquí, pero descrito brutalmente.