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Pensiones y Racionalidad

Jesús Fernández-Villaverde

Tres artículos del Confidencial

Economy
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PSOE y PP dependen del voto de los mayores de 65 años. (Foto de El Confidencial)

El sistema público de pensiones en España es probablemente uno de los problemas más graves y de más difícil solución que tiene nuestra sociedad. Y es de difícil solución porque no hay ningún incentivo para ningún partido político para abordarlo rigurosamente.

Jesús Fernández-Villaverde es probablemente junto con Luis Garicano uno de los mejores economistas españoles actuales. A diferencia de Garicano está totalmente alejado de la política española. Pero la sigue con detalle desde su puesto en la Universidad de Pensilvania. Y es lo suficientemente “borde” como para decir las cosas tal como las piensa, moleste a quien moleste. Por eso esta serie de tres artículos que publicó en El Confidencial son de lectura obligada para quien quiera entender el problema. En este hilo de X resume muy bien muchas de estas ideas y de una manera más sencilla que en los articulos del Confidencial. Voy a empezar transcribiendo su primer post, porque resume muchas de las ideas básicas:

¿Cuál es el peor contraargumento posible contra el problema presupuestario que tenemos en España ahora mismo con las pensiones públicas? Que este problema se soluciona de manera indolora si reducimos gastos innecesarios o incrementamos ingresos.

Este contraargumento viene en dos versiones, ambas igual de falaces.

🔹 Versión izquierda:

Del lado del gasto: si reducimos el gasto en defensa, Corona, Iglesia o el rescate bancario, hay dinero de sobra.

Del lado de los ingresos: si reducimos el fraude fiscal o conseguimos que los ricos/la banca paguen lo que tienen que pagar, hay dinero de sobra.

🔹 Versión derecha:

Del lado del gasto: si reducimos el gasto en “paguitas”, redes clientelares de políticos o el gasto improductivo de las administraciones públicas, hay dinero de sobra.

Del lado de los ingresos: si bajamos los impuestos, se generará mucha más actividad económica y al final habrá más ingresos totales.

⚠️ Ambas versiones sufren de dos problemas: uno serio y otro catastrófico.

El problema serio es de órdenes de magnitud.

El déficit del sistema contributivo y de clases pasivas en 2024 fue de 60.105 millones de euros, un 3,79% del PIB. Fíjese que hablo del sistema contributivo: estas son las pensiones de quienes pagaron cotizaciones sociales, y no incluye “paguita” alguna (y, por favor, mire los números bien, un presupuesto hay que entenderlo; no bajarse una tabla aleatoria de una página web). Este déficit, además, irá incrementándose a gran velocidad en los próximos años.

Solo por poner un ejemplo: en defensa nos gastamos unos 15.000 millones (ahí va TODO el gasto en defensa, no solo el presupuesto del Ministerio de Defensa). Incluso aunque redujésemos el gasto en defensa a cero, solo cubriríamos el 25% del déficit del sistema contributivo y de clases pasivas.

Y el presupuesto de la Casa Real es de 8,5 millones. Incluso si uno lo multiplica por diez para incluir todos los gastos posiblemente asociados a la Corona que aparecen en otras partidas (y ya es mucho multiplicar por diez), ni empezamos a cubrir nada de magnitud alguna.

Con respecto a los gastos superfluos: he llegado a leer que estos podrían ser de 80.000 millones de euros. Ese número es un absurdo que solo puede decir alguien que nunca ha mirado los presupuestos de las administraciones públicas. En España, las administraciones públicas gastan en pensiones, sanidad, educación e intereses de la deuda. Todo lo demás es poca cosa.

Con los ingresos pasa lo mismo: los números no cuadran por un orden de magnitud en cuanto uno es realista.

Pero el verdadero y catastrófico problema del contraargumento, en sus versiones de izquierda y de derecha, es que ignora el principio más básico de la economía: el coste de oportunidad.

Este se define como el valor de la mejor alternativa a la que renunciamos al gastar dinero en un área en lugar de otra. Supongamos que España logra reducir el gasto público un 3% del PIB recortando aquello que cada cual considera menos prioritario.

La pregunta clave es: ¿por qué ese 3% debería destinarse a pensiones y no a educación, sanidad, infraestructuras, vivienda o reducción de impuestos?

Y da igual que el ajuste sea del 3% o del 9%. Nunca habrá dinero para todo: siempre se podrá gastar más en educación o sanidad, o bajar aún más los impuestos.

Como sociedad, la pregunta fundamental es: dado nuestro PIB total, ¿cuánto deberíamos gastar en pensiones y otras prestaciones contributivas y no contributivas? ¿El 15% del PIB? ¿El 25%? ¿El 50%?

Cada euro extra destinado a pensiones es un euro que no se puede usar en otro ámbito, y su valor debe medirse según su mejor alternativa posible.

Pero este es precisamente el gran reto de España. Nadie, ni izquierda ni derecha quiere afrontar el problema de fondo: con un sistema de reparto y una población envejecida, hay límites estrictos a cuánto podemos gastar en pensiones.

La única diferencia entre la izquierda y la derecha en España es la falacia infantil que cada cual se cuenta para evitar afrontar el problema. Al final del día, todos son igual de irresponsables. Y mientras tanto, el déficit crece y el reloj demográfico no se detiene.

Vayamos ahora al analisis de los articulos, que abordan esto de manera mas profunda. En el primero de los articulos (enlace más arriba) resume los hechos y la preocupante situación. Datos fríos que no tienen contestación. Explica el sistema de reparto que actualmente tenemos, frente al de capitalización. Y termina con los números del déficit del sistema de pensiones: un 4,17% del PIB en 2024. Un sistema que en 2009 (como si dijéramos ayer) tenía aún un superávit, es decir aún recaudaba más de lo que pagaba en pensiones. Datos objetivos, no opiniones, que solo con conocerlos se da uno “cuenta de que el 95% de lo que se dice o se escucha en prensa y televisión sobre este tema es incorrecto”

En el segundo expone tres ideas clave para desmitificar las supuestas soluciones al problema que ofrecen derecha e izquierda: “la “hucha de las pensiones” es un fraude contable, el déficit creciente del sistema amenaza con hundir nuestras cuentas públicas y muchas supuestas soluciones (como recortar el despilfarro en el gasto público) no lo son”. Después de explicar el fraude a los votantes que es el concepto de Hucha de las pensiones, entra a medir la magnitud del déficit que está produciendo y lo que va a ser en unos años si todo sigue igual. Algo absolutamente insostenible. Y por último explica con sorna cómo todas esas supuestas soluciones consistentes en disminuir el despilfarro son producto de no haber hecho las cuentas bien o de querer engañar a sabiendas. El despilfarro que considera la derecha (gasto en asesores, gasto en duplicidades de las comunidades autónomas) o la izquierda (gasto en defensa o rescate bancario) son al fin de cuentas números ridículamente pequeños comparados con el déficit que genera el sistema.

En el tercero explica cómo el “problema del sistema público de pensiones va más allá de un mero reto presupuestario, pues sus resultados violan principios básicos de justicia intergeneracional”. Este es un punto tremendamente interesante. Lo que argumenta es que incluso si pudiéramos recaudar el dinero necesario para cubrir este déficit del sistema, **no deberíamos invertirlo en pagar las pensiones. El sistema tal como está construido es de una enorme injusticia con las generaciones jóvenes y ese dinero habría que invertirlo en ellos y en nuestro futuro como país. Por último propone algunas reformas que lo encaminen a escenarios más sostenibles. El mismo aclara que estas propuestas las ve casi imposibles políticamente. El motivo es que “La situación electoral en España hace prácticamente imposible cualquier reforma. PSOE y PP dependen del voto de los mayores de 65 años, por su peso demográfico y porque su apoyo es mucho más sólido en este grupo que entre los jóvenes”.

Su visión del futuro, bien pesimista, se resume en los últimos párrafos del tercer artículo:

"¿Qué pasará si no hacemos nada? Hay dos escenarios posibles. El primero es el de la decadencia gradual: seguimos aplicando ajustes parciales mientras la situación de los jóvenes empeora sin cesar. Poco a poco, más y más jóvenes optan por abandonar España para escapar de impuestos asfixiantes o, si se quedan, postergan la formación de hogares, renuncian a tener hijos o simplemente dejan de invertir en su propio capital humano, pues el retorno a esta inversión es prácticamente nulo. Peor aún, los que emigran no son los menos capacitados, sino aquellos con más iniciativa y menos tolerancia hacia el inmovilismo. Con una base impositiva menguante, la única opción es subir aún más los impuestos a los que se quedan, entrando así en un ciclo autodestructivo del que es difícil salir. El segundo escenario es el del colapso abrupto: una crisis severa —quizás una guerra, un colapso financiero o un shock externo— nos empuja a un ajuste brutal e inmediato, como el que sufrió Grecia durante la crisis del euro. En lugar de reformas graduales y ordenadas, nos veremos obligados a aplicar recortes desesperados, con consecuencias mucho más dolorosas para todos. El tiempo dirá cuál de los dos escenarios se materializa. Pero lo que está claro es que, si seguimos sin hacer nada, es poco probable que haya un tercero en el que todo se arregla mágicamente"